¡Adiós, pañal! ¡Bienvenidas las carreras!

Hoy, Julieta dejó oficialmente el pañal y esto me dejó muchas reflexiones:

  1. ¿Quién deja el pañal? ¿Los papás o los hijos? Mi primera reflexión tiene que ver con el siguiente tema (que creo nadie aborda): a veces somos nosotros, los más grandes, quienes tenemos miedo. ¿Nuestra rutina va a cambiar?, ¿tenemos que estar pendientes?, ¿cuánto demora el proceso de aprendizaje?, ¿tengo que limpiar?, ¿y si no puede?, ¿y si lo presiono mucho?, ¿cómo hago si quiere baño en el carro?, ¿me orinará la cama?, ¿donde está el tutorial?, ¿quién me asegura que no estoy perdiendo el tiempo?
  2. ¿Cuál es el motivo para iniciar el proceso? Iniciamos el proceso por comparación con otros niños, porque es verano y es mejor ahora, porque los pañales ya exceden el presupuesto, porque tiene que entrar al nido o colegio y ya no lo permiten, porque intuimos que ya es momento. ¿Por qué?
  3. ¿Cuántos padres antes de iniciar este proceso realmente averiguaron si sus hijos ya están fisiológicamente preparados para controlar los esfínteres? ¿Preguntaron a su pediatra?
  4. Cuando iniciaron el proceso de enseñanza, ¿contaron con que necesitan entrenar a toda la familia y entorno cercano para cuidar emocionalmente al niño?

Aquí va mi experiencia:

Así hayan habido muchos comentarios en mi entorno cercano sobre la necesidad de enseñarle a Julieta a dejar el pañal, decidí hacer oídos sordos. Y es que desde que ella nació aprendí algo importante, aprendí a FLUIR. Ella siempre me ha demostrado cuando está lista y partiendo de su necesidad, yo voy respondiendo. Es como un carro, ella es el motor, yo solo conduzco (con algo más de experiencia).

Confieso que quise quitarle el pañal el verano pasado pues sonaba lógico por la época. Lo intenté, pero no pudo. Inmediatamente se lo consulté a la pediatra y me dijo que fisiológicamente no estaba preparada para hacerlo, que espere, así que esperé.

Este verano tan intenso, hizo que ella sola quiera quitarse la ropa que incluía el pañal (fue ahí que tuve que luchar con todos mis miedos y escuchar a algunas personas que me ayudaron a dejar de temer, a quitarle el pañal y ver qué pasaba). Y, ¡Oh, sorpresa! Me maravillé con su proceso. Explicaciones, idas al baño con mami, pisos mojados, zapatos mojados, ropa mojada (todo esto muy poco, sin mentir fueron 5 veces), naturalidad, cuidado y mucho amor (sin culpas, ni reclamos).

La primera vez escuché una vocecita que me dijo «Mami, quello pichi», la llevé al baño sin imaginar que podía ser cierto. Escuché ese sonidito. Ella me miraba incrédula, yo la miraba sorprendida y feliz. Cuando terminó, me preguntó: ¿Esa es mi pichi? Le respondí que sí. Luego de esto, metió casi la mitad de su cabeza en el inodoro porque quería mirarla bien. Sonreí. Pensé: «¡Qué lógico! Es la primera vez que pasa por esto».

Luego hice una fiesta como lo recomiendan todos los libros, blogs y consejos. Se lo contaba a todo el mundo. La aplaudíamos, le dábamos stickers, etc. Después de pedir unas tres veces seguidas y que ese ritual continúe, gritó: «¡No más aplausos!». Me detuve y le dije a todos: «Por favor, respeten, no quiere aplausos». Sin embargo, volvió a orinarse en una esquinita de la casa, ella sola, con algo de vergüenza.

En ese momento me salió un poco la mamá psicóloga y observadora que soy. Pude entender que el reforzador positivo luego de la conducta deseada, no funcionaba para ella. Entonces cambié. La conoceré más, me dije. La observaré más. Grabé las caras, expresiones y muecas que me indicaban que quería ir al baño y cuando las detectaba le preguntaba como algo súper natural, si quería ir al baño. Ella decía que sí.

Recordé que a mi hija le gusta mucho la adrenalina, la locura, la risa, el movimiento. Entonces, apenas me decía: ¨Mami, quello pichi¨, la cargaba como si estuviera sentada en una silla de avión (yo era el piloto) y la llevaba al baño corriendo y haciendo sonidos imitando la rapidez de una nave. Nunca olvidaré su carita con esa sonrisota, acompañada de un: ¨Mami, elles una lloca¨. Y sí, probablemente lo soy, y estoy feliz de serlo en ese sentido. Mi técnica funcionó. Ella, cada vez más, deseaba ir al baño con el tránsito de locura que le gustaba.

Mi última reflexión tiene que ver con este tema: Son niños. Es la primera vez que hacen algo así y tenemos que respetar sus procesos, pero sobretodo, hacer que disfruten y nos vean disfrutar de éste. Es simple, ellos deciden cuándo. Es simple, nuevamente son ellos nuestro motor. Preparémonos para conducir de la mejor manera posible.

7 comentarios en “¡Adiós, pañal! ¡Bienvenidas las carreras!”

  1. Claudia a que edad le enseñaste a ir al baño e escuchado y leido un poco que los niños están preparados desde los 2 años es cierto help me!

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