Alma en pena

alma en penaSon las 2:29am. acabo de regresar de bailar ¨DESPACITO¨ en un karaoke miraflorino con una señora de 86 años, su esposo y mis socios mientras un sacerdote nos filmaba. Si, la escena parece sacada de una película de comedia romántica, pero es real.

Cuando empezamos la noche mi mejor amigo me decía: ¨así serás tú cuando seas viejita¨. Al terminar la noche nos acercamos a despedirnos de aquella libre y hermosa mujer. Ella nos contó que era ciudadana de la paz, que viajaba por el mundo y que tenía cáncer terminal.

Inmediatamente esto conectó en mi mente con lo que un sobrino de cariño que no veía hace años le dijo a su mamá cuando pasamos un tiempo juntos. ¨Mami, ¿mi tía Claudia, ha tenido cáncer o algo así?¨. Mi amiga le dijo que no y le preguntó a su hijo adolescente por qué pensaba eso, a lo que este respondió: ¨es que disfruta de la vida como si hubiera estado a punto de perderla¨.

Y pues, así fue. Yo estuve muerta, muerta en vida. Cuando me separé, algo pasó en mi. Perdí creo yo, lo más importante que puede tener uno, aquella tristeza tan profunda que nunca había sentido hizo que la MOTIVACIÓN que había en mi, se fuera, simplemente se alejara de mi cuerpo. Yo, sólo era cuerpo, NADA MÁS.

Hacía las cosas por inercia, cuando había alguna radio prendida me molestaba porque pensaba que ponían todas las canciones para recordarme todo lo vivido. Caminaba por la calle y miraba a todas las mujeres que pasaban por mi costado y pensaba: ¨mi esposo (hasta ese entonces) va a estar con ella, y con ella también y con ella también¨ era un pensamiento que me atormentaba a cada instante.

En algún momento llegué a pensar que para todas las personas que conocía, es decir, familia y amigos, era mejor que yo ya no estuviera en este mundo. Lo único que hacía era llorar, decirle a mis dos amigos más cercanos que me quería morir. Me ponía en posición fetal y gritaba, lloraba, le pegaba a mi almohada.

Mi parte sana me decía: ¨Claudia, tú puedes salir de esta, ten paciencia¨. Un día cogí mi teléfono y empecé a llamar a todas mis amigas separadas y lo único que les preguntaba porque no alcanzaba a decir más palabras era: ¨¿cómo hiciste?¨, ¨¿esto pasa?¨. La única respuesta que me dieron fue: ¨el tiempo amiga, el tiempo¨. Yo pensaba: ¨tiempo es lo que menos tengo, no tengo fuerzas, por favor, que alguien me entienda¨.

Las reacciones en mi entorno no se hicieron esperar, habían quienes solo les interesaba saber el por qué de la separación, otros que me llenaban de comentarios negativos hacia la otra parte, otros que les daba cólera verme así, no me tuvieron paciencia y se alejaron. Mis mejores amigos (que ahora están contados por estos pequeños dedos) estuvieron ahí, lloraron conmigo, me aconsejaron, me llevaron a lugares donde pensaron que podrían ayudarme y que decir de mi hermosa familia.

Recé, oré mucho, fui infinidad de veces a hablar con el Dios en el que creo, le pedí señales, le supliqué que me viera, que me ayudara a salir de esta.

En todo este proceso me hice una promesa, una chiquita, que cumplí a cabalidad: NO DEJAR DE BAÑARME NI UN SOLO DÍA. Parece tonto e ilógico, pero cuando estás en un estado de depresión como el que yo afronté, dejas de hacer hasta esto. Cuando me bañaba sentía por unos minutos que aún vivía.

Finalmente, mis amigas tenían razón: ¨el tiempo Claudia, el tiempo¨. Pero en ese tiempo quien me sostuvo sin darse cuenta, quien fue mi fuerza y mi motor fue una sola persona en este mundo: MI HIJA.

Una amiga muy cercana, me dijo: ¨si te vas de este mundo, repasemos ¿cómo sería la vida de tu hija?¨ Hacer ese ejercicio hizo que me diera cuenta que no valía la pena seguir ese camino, que tenía que bloquear ese pensamiento, que había un motivo por el qué luchar. Obviamente todo lo contado anteriormente sucedía cuando Julieta no estaba a mi costado. Ella veía a su mamá triste, si, pero nunca destruída o derrumbada, eso no lo vio jamás.

Fue impresionante pero cada vez que yo salía de darme una ducha (mi única promesa) y me cambiaba, Julieta, en su año y algo, en su media lengua me decía: ¨Wuauuuu¨ con una sonrisota y mirada que jamás olvidaré. Ella me ve con ojos de amor, no necesito más, pensaba.

Entonces, si, me senté aquí a escribir porque todo lo que pasó hoy me hizo acordar que así como esta hermosa señora vive cada minuto de su vida, yo también lo hago, intensamente.

Porque una vez, la perdí, una vez perdí la motivación, pero también un día regresó después de haberla extrañado tanto. Recuerdo la conversación con mis padres en el chifa aquel día: ¨Ya regresó, con eso puedo hacer todo, ya estoy aquí nuevamente¨. Desde aquel día, yo no soy la misma.

Escribo este post, inspirado en aquellas mujeres valientes que me escriben a diario por inbox y me han hecho exactamente la misma pregunta que yo hice a todas mis amigas separadas: ¿cómo lo hiciste?

Hoy solo les puedo decir una cosa, para vivir a plenitud a veces hay que morir. Pero algo que siempre debes tener claro es que eres fuerte y que tus hijos son y serán siempre tu cable a tierra, cójanse de lo que más amen y confíen.

Y si necesitan que alguien las lea, aquí siempre estará la que fue por algún tiempo un alma en pena y que hoy es una ¡VIVA en vida y qué vida maravillosa!

 

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